En la vida siempre van a pasar cosas que no podemos controlar: situaciones inesperadas, cosas que no planeamos, momentos que tal vez no salen como pensábamos.
Y a veces eso nos genera miedo, inseguridad o resistencia.
Y claro, es normal querer tener todo bajo control, porque eso da una sensación de seguridad.
Pero la realidad es que no siempre podremos controlarlo todo.
Porque la vida se trata de estar en constante movimiento, de cambios y de sorpresas que llegan una y otra vez, invitándonos a abrirnos a nuevas posibilidades.
Y justo ahí está la oportunidad: elegir confiar en que, de una forma u otra, todo lo que sucede siempre trae un beneficio.
Aunque en el momento duela o no tenga sentido, siempre descubrimos que eso estaba ahí para enseñarnos, fortalecernos o guiarnos hacia otro lugar.
Cuando tenemos esta perspectiva y esta confianza, las cosas se sienten distintas.
Deja de importar tanto lo que pasa afuera, porque hay una certeza interna de que todo, incluso lo incómodo, puede aportar.
Y esa forma de vivir genera calma, confianza y libertad.
Es como repetirse: “pase lo que pase, esto también me está ayudando”.
Y con esa seguridad, los días se vuelven más ligeros.
Así que hoy quiero recordarte que está bien soltar un poco el control, está bien confiar más en el proceso y recordar que siempre se puede transformar lo que llega en algo que sume.
Esa es la verdadera fortaleza.
Te mando un abrazo grande,
Mariana.